El día de hoy tiene un matiz diferente. No tiene nada que ver con el clima atmosférico, tiene que ver con el clima socio-político de mi isla.
Hace más de un año la fiscalía federal de los EU decidió intervenir una vez más en el proceso político de los puertorriqueños para colocar en la gobernación un político que fuera manejable por sus intereses. A pesar de nuestros gritos de alerta, lograron su cometido. Aquellos que no escucharon tienen que sentirse ahora cómplices obligados de los 40,000 despidos previstos por su gobernante electo. Esta intervención fue esta vez más descarada y evidente que nunca. Acusar a un gobernante elegido por el pueblo con cargos prescritos, sin jurisdicción ni evidencia, fue un burdo e indiscutible intento de influenciar al pueblo para que votaran por su contrario.
Anibal Acevedo Vila es culpable de hacer lo que todos los políticos hacen, en todo caso deberían investigar y enjuiciarlos a todos. Pero provocar tal desprestigio a nuestro país para cuadrar una venganza engendrada en la sucia mente del Carlos que PR reconoce como asesino de independentistas no tiene perdón. Una vez más el gobierno federal y su fiscalía en PR a perdido credibilidad. EU está logrando lo que el partido independentista no ha logrado en décadas, revivir y aglutinar el nacionalismo puertorriqueño. PR nuevamente le demuestra a los EU y al mundo, que somos una gran nación, digna de respeto y capaz de gobernarse a si misma. El día de hoy tiene un matiz sublime.
Encontré esta opinión del historiador Jalil Sued Badillo en el Nuevo Día y quiero compartirla porque me parece pertinente. Los exhorto a que observen las señales de amor patrio que se revelan a diario en nuestras vidas, este blog es un simple ejemplo de ello.
Identidad de ser(JALIL SUED BADILLO)
Últimamente se ha visto una inusitada atención al asunto de la identidad de los puertorriqueños. Invitaciones a conferencias en los estados, entrevistas en televisoras extranjeras y columnas en los rotativos locales, todos quieren lo mismo: entender la intensa auto- identificación de los boricuas. Eventos recientes han permitido oportunas expresiones de solidaridad nacional: victorias de equipos insulares sobre extranjeros, campeonatos de boxeo, un primer astronauta y la autoafirmación de todos como puertorriqueños.
Tales expresiones, claro, no son nuevas, y emanan tanto de la mitad criolla radicada fuera como de la mitad insertada dentro de la isla. Puerto Rico es una nación. No caben dudas. Fue una de las primeras de América en forjarse ese sentido de pertenencia y solidaridad que le define. Para el 1797, al derrotar al ejército invasor inglés, ya había un pueblo puertorriqueño. En 1898, se definió y se autoafirmó no frente a los americanos, sino ante los españoles. Puerto Rico no se sentía español. Si esa identidad propia no logró coronar su trayectoria hacia su soberanía fue por los efectos debilitadores de una subordinación colonial de siglos como ocurre ahora también por el peso constrictivo de la nueva metrópolis: el estado económico más poderoso del planeta.
Las lealtades políticas son de corta duración histórica, pero las identidades internas de los pueblos son continuidades poderosas de muy difícil erradicación como tantas ancestralidades resucitadas en el planeta nos lo confirman hoy. Puerto Rico no es antiamericano, pero no se siente americano. Tampoco soporta las imposiciones coloniales. Sobran los ejemplos. Hoy se siente una inquietud social interesante, aparentemente contradictoria, pero insistente.
Cuando flota la monoestrellada, no hay partidos ni lealtades pequeñas, hay afirmación de pueblo.
Los que no logren distinguir las sutiles diferencias del mensaje nacional se estrellarán contra sus propios espejismos.
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