lunes, 14 de diciembre de 2009
Justina Díaz Bisbal, el ángel en Salinas
Hace algún tiempo les invité a que participaran de la Feria del Libro Usado que se celebra todos los años en el Barrio Ranchos Guayama en Salinas, organizada precisamente por Doña Justina. Hoy les traigo la biografía(tomada de Prensa Comunitaria), de esta excepcional dama, embajadora de la buena voluntad y el servicio al prójimo. Se encuentra aquí reseñada por ser ejemplo de las cualidades que distinguen al puertorriqueño. Conózcanla.
Justina Díaz Bisbal
Lunes, 14 de Septiembre de 2009 15:17
Wanda Rodríguez / Prensa Comunitaria
Puertorriqueña, 69 años. Fue criada en la calle Francisco G. Bruno, esquina Tetúan, del pueblo de Guayama y hoy vive en el Barrio Ranchos Guayama en Salinas. Coronada por la buena voluntad de una familia matriarcal, se enmarca como líder de propuesta, valora el conocimiento, la lógica y la razón. Es mente previsora y se expresa como pensadora práctica. Su nombre, Justina, proviene del latín, y significa Justicia. Justina Díaz Bisbal es la segunda de tres hermanas. Fue criada por su madre y su abuela, tras morir su padre cuando tenía apenas dos años de edad. Su madre era natural del pueblo de Guayama, al igual que su padre, quien provenía del Barrio Caimital.
Cuenta Justina que en su niñez jugaba en las calles en el vecindario. Jugaban hasta las 11 de la noche, hora en que llegaba su abuela y le encargaba comprar pan. Mientras los grandes tomaban café con pan, los chicos comían el pan acompañado de agua con azúcar. Su madre y su abuela trabajaban todo el día; ella y sus hermanas se criaron prácticamente solas, con la vigilante supervisión del vecindario que las cuidaba. Su casa era de madera, con un patio grande, en el que Justina jugaba y soñaba debajo del sol a ser reina.
En sus primeros años estudia en el Colegio San Antonio de Guayama. El octavo grado en la Escuela Eleuterio Derkes y el noveno grado en la Escuela Intermedia de Guayama. Justina explica con convencimiento que fue su niñez uno de los procesos en su vida que más aportó a su formación y conciencia de líder. Recuerda que el colegio dónde estudió sus primeros grados era uno muy elitista y expresa con indignación que: “aunque los pobres tuvieran los mejores promedios, las medallas no eran para ellos; aunque aceptaran estudiantes negros, ellos no contaban para nada”.
Ya en 1954 llega a instalarse en San Juan, pues su madre quería que Justina estudiara en la universidad y el viaje desde Guayama era muy costoso. Su hermana mayor se había casado y ya estaba allá, mientras que su madre, empleada de gobierno, solicitó traslado. Y así llegaron a la comunidad de Capetillo colindante al Río Piedras. La Escuela República de Colombia en Río Piedras se convierte en su escuela superior, donde aprovecha la oportunidad de participar de un programa auspiciado por la Universidad de Puerto Rico para estudiantes superdotados.
Luego, ingresa a la Universidad de Puerto Rico por su buen promedio, y allí recibe todas las ayudas de modo que a su madre no le cuesta ni un centavo brindarle una educación universitaria de excelencia a Justina. ¿Cómo era su madre? “Una persona sumamente valerosa y muy inteligente,” dice Justina. Tanto que había logrado terminar su cuarto año en una época donde usualmente era difícil lograrlo.
Después de Capetillo, se traslada a Santa Rita, a la calle Amalia Marín, en el casco urbano en Río Piedras, dónde aún existían las vías del tren. Aunque sin ninguna certeza de lo que iba a estudiar, Justina realiza un bachillerato general en ciencias, atraída quizás por la mística de una farmacéutica cerca de su casa. Allí en el universidad, cultiva su interés por el arte y la creatividad, toma cursos de fotografía, orfebrería, cerámica y teatro para niños, por cuenta propia.
Tan pronto culmina su bachillerato, trabaja como maestra en el pueblo de Isabela y seis meses más tarde regresa a la ciudad de Río Piedras dónde comienza a trabajar en la Junta de Planificación durante un año, realizando funciones en el área de estadísticas. Un año más tarde, logra una plaza regular al Departamento del Trabajo, como técnico de administración. Mientras trabajaba estudió una maestría en la Escuela Graduada de Administración Pública en la Universidad de Puerto Rico dónde obtuvo la medalla de la facultad. Ocupó diferentes puestos técnicos hasta llegar a ser Directora Ejecutiva y con 32 años en el servicio público, Justina se jubila.
De cómo se forja el liderato adulto de Justina, puede decirse mucho. Durante sus estudios en la Universidad participa de la Federación Universitaria Pro Independencia, FUPI, época en que conoció a Don Pedro Albizu Campos. Participa en marchas, protestas y pasquinadas por el alza en la matrícula, el precio de los libros y por la salida del ROTC. También se involucra con otras organizaciones como la Asociación de Mediadores y Arbitros, otras obreras, culturales, ambientales y cívicas. Conoce a importantes figuras como Florencio Rivera, quien le inculca valores de honestidad como funcionaria pública, y su jefe Carlos Quiróz, quien la acostumbra a la rigurosidad, o a su amigo Pepe Marcano, quien la introduce en la reflexión ideológica y el teatro.
La Comunidad de Ranchos la ha acogido por los últimos 10 años. Se trata de una comunidad pequeña, con una población en su mayoría de edad avanzada, y cuyos vecinos se ven y comparten poco. Justina identifica que además de la necesidad de una mejor infraestructura de carreteras e iluminación, lo que hace falta es la atención al ser humano, el apoyo, el reconocimiento del esfuerzo del otro, el amor, y la solidaridad…
Determinada y orgullosa de sus logros, Justina destaca como sus conquistas el haber logrado su independencia económica, emocional e intelectual. También se enorgullece de su aportación en el cuido de sus nietos, pues entre los retos que ha tenido que enfrentar se encuentran el vivir sola por 35 años y echar adelante su familia así como lidiar durante 12 años con la enfermedad de su hijo, Rafy. La llena de fuerza saberse mujer plena, haber trabajado fuerte y forjarse oportunidades en un país donde ella reconoce que no hay igualdad para el género femenino. Justina comparte en la tertulia que su pensamiento “no lo rige una religión, ni un sacerdote; no lo rige la sociedad tampoco”.
La preocupación por los problemas ambientales de las comunidades vecinas ha sido eje del trabajo comunitario y el activismo que por muchos años ha destacado a Justina. La lucha por la contaminación que causan las cenizas y el desarrollo desmedido la ha dado junto a organizaciones como Diálogo Ambiental. La falta de escrúpulos de agencias gubernamentales que se supone vigilen el cumplimiento de las leyes la indigna. Impunidad dice Justina que es el problema de fondo de los males mayores que sufre el ambiente hoy día.
Es lectora voraz de diversas publicaciones, que van desde temas relacionados a las finanzas hasta otros místicos, como la muerte. Además, afirma su afición por las biografías. Le gusta escribir también. Ha sido editora de la Red de Periódicos Comunitarios y miembra fundadora de la organización Prensa Comunitaria. Igualmente, es guionista, galardonada en Puerto Rico por sus historias, algunas de las cuales han llegado desde los teatros de pueblo y los centros comunales de su isla hasta el famosísimo festival de Cannes.
Actualmente, la lideresa dirige la organización cultural El Mundo por los Libros. Su interés por la lectura la ha llevado a acumular cientos y cientos de libros que luego se han convertido en un gran proyecto: La Pequeña Feria del Libro Usado, llevada a cabo anualmente el fin de semana siguente a la festividad de Acción de Gracias, en el mes de noviembre. La Pequeña Feria del Libro Usado se celebra la comunidad Ranchos Guayama en el pueblo de Salinas, donde Justina vive junto a su amante compañero Carlos Lago. Mediante la feria, Justina ha permitido acceso al conocimiento y a la lectura libre de costo a cientos de personas.
La conversadora y emotiva mujer ve al país de manera optimista, pues afirma que hay un remanente de puertorriqueños con conciencia, con verticalidad, con responsabilidad, con compromiso. “Hay gente en este país que se ha levantado para luchar a pesar de la crisis,” asegura. Según su óptica, la crisis es oportunidad de crecimiento en la que se pueden descubrir las potencialidades y capacidades de la gente.
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